Viaje al Melado: Una Aventura Inolvidable entre Ríos y Amistades

Quiero escribir esto antes de que se diluyan en el tiempo las emociones y los detalles de un viaje que quedó grabado en mi memoria para siempre. Este fin de semana tuve el privilegio de conocer el mítico río Melado, un afluente del Maule del que había escuchado maravillas, pero que hasta ahora solo era una imagen borrosa en mi imaginación.

La idea de lanzar una mosca seca en sus aguas cristalinas y tentar alguna de esas truchas legendarias me llenaba de una emoción indescriptible. Así que, cuando la invitación llegó, no dudé ni un segundo.

Rumbo al Sueño: Un Camino de Expectativa y Belleza

El viernes por la mañana, emprendimos el viaje al Melado. La primera parada, como dicta la tradición, fue en nuestra bencinera de siempre para el desayuno y para encontrarnos con el resto de la tropa. Desde ahí, nos sumergimos en la carretera, disfrutando de una ruta extrañamente despejada, como si el universo nos diera paso libre hacia la aventura.

Al llegar a Colbún, la transformación del paisaje se hizo evidente. Los cerros de la Región del Maule parecían sacados de un cuento, cubiertos por un manto verde de bosque nativo que desprendía un aroma fresco y vibrante. Luego, el camino de tierra nos guió por unas arboledas abovedadas que evocaban recuerdos de infancia y serenidad. Finalmente, tras incontables curvas y expectativas contenidas, el río Melado se dejó ver por primera vez. Majestuoso. Poderoso. Listo para recibirnos.

Primer Encuentro con el Río: Desafíos y Recompensas

Las cabañas que serían nuestro refugio estaban enclavadas en un entorno de ensueño. La atmósfera se sentía especial: un equilibrio perfecto entre comodidad y naturaleza salvaje. Luego de instalarnos y compartir un almuerzo con risas y expectativas, llegó el momento de vestirnos de pescadores y lanzarnos a la aventura.

El viento soplaba con fuerza, por lo que dejé a un lado el equipo de moscas secas y armé el de ninfas. La corriente del río era intensa y prometía desafíos. Monté una ninfa atractora y mi confiable oreja de liebre, esperando descifrar el misterio de lo que las truchas querían ese día. No tardé mucho en obtener la respuesta. En menos de lo que imaginé, una hermosa trucha arcoíris, gruesa como un balón de rugby, decidió aceptar la invitación. La lucha fue intensa, la adrenalina pura. Cuando finalmente llegó a la sacadera, no pude evitar sonreír como un niño.

Pero no todo fue fácil. El viento se convirtió en un oponente formidable, convirtiendo cada lanzamiento en un desafío y cada enredo en una lección de humildad. Aun así, nada podía borrar la felicidad de estar ahí, en un escenario soñado, viviendo lo que había esperado durante tanto tiempo.

Segundo Día: Explorando el Río Guaiquivilo

Nos levantamos temprano, con el corazón latiendo fuerte de emoción. El plan del día nos llevaría al río Guaiquivilo, el nacimiento del Melado. El viaje hasta allí fue otra odisea: cruzamos un puente colgante de postal, sorteamos caminos de tierra que solo un 4×4 podía dominar, y nos adentramos en bosques de alerces que nos dejaron sin palabras.

El viento nos había dado un respiro, al menos momentáneamente. Mientras armábamos nuestros equipos, alguien comentó en voz alta: «¡Qué lindo que no hay viento!». «¡Noooo! ¡No nombres al innombrable!», gritó otro. Entre risas, continuamos con los preparativos, convencidos de que el día nos sonreiría.

Bajamos al río con nuestras cañas listas, caminando por la orilla con la expectativa de una jornada perfecta. Fue entonces cuando el viento decidió hacer su entrada triunfal. Una ráfaga fuerte y repentina nos golpeó con intensidad deteniendo nuestro avance por un momento, mientras nos reíamos incrédulos de la coincidencia. La pesca se transformó en una lucha contra los elementos, con lances desafiando el aire y cada captura sintiéndose como un pequeño triunfo contra la naturaleza.

La pesca en el Guaiquivilo fue intensa. Mi amigo Mauro, confiando en su tándem de caddis y ninfa, logró ver emerger una trucha arcoíris que tomó la mosca con una agresividad impresionante. Ernesto, por su parte, tuvo su propia batalla contra otra luchadora incansable. No había peces en abundancia, pero cada captura era un trofeo, cada lucha un momento inolvidable.

También logramos ver a nuestra primera y única trucha marrón, luego de una linda pelea auspiciada por don Mauro…

El viento, sin embargo, se convirtió en un protagonista absoluto. Soplaba con tal fuerza que mantener la caña horizontal se volvió una proeza, y en varias ocasiones me vi tambaleando en el agua. En un momento, el cansancio nos venció. Decidimos hacer una pausa, disfrutar de una merienda y, entre la comodidad de la arena y el calor del sol y nuestro querido viento, nos quedamos dormidos. Nos despertó una ráfaga de arena en las orejas… el Guaiquivilo no quería que descansáramos demasiado.

Decidimos entonces cambiar los planes. El cansancio acumulado de la jornada, sumado al constante castigo del viento, nos hizo darnos cuenta de que había llegado el momento de una merecida recompensa. Regresamos al lodge con la idea de simplemente relajarnos. Al llegar, Javier nos tenía preparada una sorpresa: la tinaja caliente estaba preparada, esperándonos como un oasis en medio del agotamiento.

Nos sumergimos en el agua caliente, sintiendo cómo la tensión en nuestros músculos se disipaba instantáneamente. El contraste entre el vapor que ascendía y la brisa fría que nos rodeaba hizo que todo cobrara un matiz especial. Con una cerveza en la mano, las anécdotas del día fluyeron con tanta naturalidad como el agua que nos envolvía. Nos reíamos de los enredos, de las truchas que se escaparon, de las batallas contra el viento, y del absurdo de haber «invocado» su furia sin querer.

Fue un momento de pura camaradería, de esos que quedan tatuados en la memoria. No importaba cuántas truchas habíamos sacado o cuántas veces habíamos tenido que rearmar nuestros equipos por culpa del viento. Lo que importaba era estar ahí, compartiendo esa experiencia única entre amigos, dejando que el calor del agua y las risas nos recargaran para lo que aún quedaba de la aventura.

Tercer Día: Reflexiones al cierre de este viaje al Melado

El último día de pesca de este hermoso viaje al Melado amaneció con un aire diferente. Ya no existía la urgencia de los días anteriores por meterse al agua. Con más calma, nos reunimos nuevamente en la mesa de planificación, disfrutando de un desayuno pausado mientras decidíamos nuestro destino final. En los días anteriores, habíamos visto cómo todos los pescadores se dirigían a las zonas altas del río, así que tomamos la decisión de hacer lo contrario: bajar un poco y explorar aguas menos transitadas.

Llegamos al río alrededor de las 11:00, justo cuando el viento comenzaba a levantar. Para las 11:30, ya se había convertido en el mismo oponente feroz con el que habíamos lidiado todo el fin de semana. Las condiciones hacían prácticamente imposible el uso de moscas secas, así que, con lo aprendido en los días anteriores, ajustamos nuestras técnicas para seguir buscando algunas capturas.

A pesar del viento, logramos dar con algunas truchas, y para nuestra sorpresa, también nos encontramos con un pejerrey chileno, algo que no habíamos esperado. Aunque sabíamos que el río Melado es un afluente del Maule, descubrirlo en estas aguas fue una pequeña revelación.

El viento continuó aumentando hasta volverse difícil de manejar. En ese punto, decidimos que era momento de cerrar la jornada. Volvimos al lodge para pasar nuestra última tarde juntos, relajarnos y compartir unas birras y otros brebajes, recordando los momentos más épicos del viaje.

Agradecimientos y un Hasta Pronto

Este viaje al Melado no fue solo sobre pesca. Fue sobre amistad, sobre desafiar los elementos, sobre aprender y reír hasta las lágrimas.

Gracias, @corinalodge, por la hospitalidad y por esas camas que extrañaremos jajaja. Tienes un hermoso lugar que sé que tus huéspedes sabrán valorar y disfrutar.

Gracias, Piojo y Pichón, por las risas que nunca faltaron y por convertir cada instante en una anécdota digna de contar. Su energía y buena onda mantuvieron el ánimo arriba siempre. Compartir esta aventura con ustedes fue un lujo, y sus ocurrencias hicieron que cada jornada fuera aún más entretenida.

Mauro, un compañero de pesca con quien siempre hay algo nuevo que aprender y un amigo de lujo. Entre bromas y consejos, cada lance y cada conversación tiene ese toque especial que solo alguien como tú puede aportar. Gracias por ese humor tan sano que tenés GOOCUU!!…jajaja

Ernesto, qué grato es haber podido compartir esta nueva aventura . Tu humor preciso y tu forma de disfrutar cada instante hicieron que todo fluyera. Gracias por tu sabiduría y tus palabras siempre correctas… Qué rico seguir cultivando esta linda amistad.

Y gracias a cada uno de ustedes por el material para este post!!!

Como decía antes, este viaje no solo fue sobre pesca, sino sobre camaradería, sobre entender que la verdadera riqueza de estas experiencias está en las personas con las que se viven. Cada uno dejó su huella en esta historia, y eso es lo que realmente hace que sea inolvidable. Finalmente, la pesca fue solo el pretexto; lo que realmente importó fue la amistad que quedó sellada en las aguas del Melado.

Nos vemos en la próxima, porque esta historia aún no termina. ¡Hay que repetirla para por fin probar a mosca seca! 😁

Toto

Toto®

Hola... mi nombre es Rodrigo, me dicen Toto desde hace mucho y practico la pesca desde los 3 años, pero cuando conocí la pesca con mosca, me enamoré de ella. Me encanta enseñar lo que he aprendido y traspasar fronteras para que otros como yo sigan este lindo camino... Un abrazo y buena pesca...

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Adán

    Que tremendo toto me trasporte con udtedes, un abrazo gigante, me encanto el reporte amigo saludo

    1. Toto®

      Muchas gracias amigo mío!! esa era la idea, que viajaran junto a nosotros y pudieran imaginar parte de la experiencia… muchas gracias por tus palabras!!

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